Basado en Lucas 13:6-9 (Versión Reina Valera 1960)
Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
La salvación solo se alcanza a través de la gracia de Dios, cuando nos arrepentimos y convertimos de todos nuestros pecados, y por fe, reconociendo y aceptando que Jesús murió por nuestros pecados y que fue resucitado por Dios Padre al tercer día, y recibiéndole como nuestro Señor y Dios. Esto es el pleno mensaje del Evangelio para salvación. Pero, cuando una persona toma esta decisión, ¿queda algo más por hacer? Después de esto, ¿Puede una persona solo vivir para sí, para hacer su propia voluntad, y esperar vivir eternamente? O, ¿Debe haber algo que se produzca como resultado de esta fe?
Muchos creyentes hoy en día piensan que después de aceptar a Cristo o de convertirse a Cristo, que ya todo está hecho, y que no queda nada más por hacer, y lo basan en ciertos pasajes esparcidos por el Nuevo Testamento para fundamentar esta creencia o doctrina. Muchos creen que, ya que la salvación no se alcanza por obras, entonces, creen que las obras después de convertirse ya no tienen ningún valor. Pero, viendo un panorama mucho más grande y amplio de las Escrituras, que va mucho más allá de ciertos versículos, entenderíamos que cuando nacemos de nuevo, o nos convertimos a Cristo, es solo el comienzo. A través de muchas de las enseñanzas del propio Señor, entendemos que la voluntad de Dios es que nosotros rindamos un producto a raíz o como resultado de nuestra fe, y si no producimos ese fruto que Dios espera o vivimos para hacer Su voluntad, tal como lo hemos leído, nos cortará y nos sacará de Su viña.
Lo primero que debemos entender es que no podemos aceptar enseñanzas como completas, solo con ciertos versos y nada más. La Palabra de Dios se apoya en sí misma, y en múltiples lugares para poder completar un principio. Por ejemplo, hay cuatro evangelios escritos por cuatro distintas personas, que existieron en distintos tiempos. E increíblemente, dos de ellos fueron escritos por personas que no vieron al Señor físicamente, como Marcos y Lucas. Entonces ¿Quién es responsable o el autor de las Escrituras, el hombre o Dios? Escrito esta: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia. 2 Timoteo 3:16. Entonces, ¿Para qué Dios inspiró que fuesen escritos cuatro distintos evangelios por diferentes personas, y por dos que ni siquiera vieron al Señor? ¿No bastaría solo un libro, y que fuere escrito por un solo escritor, y por la persona más cercana e íntima del Señor? Si fuere así, el único evangelio que importaría sería el Evangelio de Juan. Pero, no es así como Dios hizo las cosas. El permitió y diseño que fueren distintas personas para dar distintas perspectivas, y hasta el complementarse el uno para con el otro para demostrar la plenitud de la deidad de Cristo, tanto el relato de la persona que más cerca estuvo del Señor en la tierra durante Su ministerio (Juan) como el más lejano y removido de la vida física del Señor, como Lucas, quien escribió su evangelio entre 50 a 70 años después de la muerte del Señor. ¿Qué nos enseña esto? Que es Dios el que inspiró y dió sus relatos a través del Espíritu Santo, y también, que debemos ver más allá de solo unos versos por allí y por allá para completar principios divinos que deben ser observados y seguidos como parte de la fe en Cristo.
Otro punto que podemos discutir es el asunto de que, si una persona se convierte al Señor, ¿ya no debe preocuparse de nada más? A la hora que una persona se convierte, ¿comienza a funcionar el Espíritu Santo como un tipo de piloto automático (como algunos piensan), dentro de nuestras vidas? Volviendo a las Escrituras, si fuere así, que una persona ya no se tiene que preocupar de nada después de convertirse al Señor, solo asegurarse que allá una conversión genuina, entonces, ¿Para qué estudiar las Escrituras? Vayamos más allá. ¿Qué punto tendría Dios inspirar tal libro como la Santa Biblia, que no es un libro corto, producto que tomo siglos en producirse a través de muchos escritores? ¿Para que gastar tanto esfuerzo y sacrificio si solo con el Espíritu Santo tenemos para hacer todo lo que necesitamos hacer? ¿Qué importaría las Escrituras si ya estamos en un sendero sin salida ni desvió, por decir? Es imposible pensar que las Escrituras fueron hechas y escritos como pérdida de tiempo. Si vemos el universo, todo lo que Dios ha hecho, todo lo que proclama Su grandeza, desde lo más pequeño e invisible a nuestros ojos, como hasta lo más grande y expansivo del espacio, absolutamente todo tiene su propósito. Y si es así el asunto, ¿Dios no tendría un propósito aún más grande con Su Palabra, que hasta a través de ella, El hizo todo lo que hoy es y lo que permanece eternamente? Dios uso la Palabra, el Verbo, para crear lo visible y lo invisible, lo físico y lo espiritual, lo temporal y lo eterno. Como está escrito: En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Juan 1:1-3.
Entonces, ¿cuál es el propósito de la Palabra? Dios nunca quitó o canceló el libre albedrio del hombre, ni lo hizo antes de Cristo, ni mucho menos, después de Cristo. La Biblia enseña que todo está sujeto al libre albedrio, a lo que el hombre decide hacer dentro de las cosas inconmovibles de Dios. La Biblia nos enseña que hay cosas ya plenamente establecidas por Dios, pero dentro de todo eso, El dá lugar a que el hombre pueda decidir qué hacer con su vida, y así, dar lugar para juicio. Es imposible que allá juicio si somos simples marionetas o robots de Dios sencillamente. Cada uno de nosotros es responsable ante Dios por lo que hacemos, y seremos juzgados como tal. El Señor mismo hablo mucho del juicio venidero, y que todos, hasta los creyentes daremos cuenta por lo que hicimos. Esto dice la Palabra: Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres… 2 Corintios 5:9-11a. Si el Apóstol Pablo se incluyó en tal juicio, nosotros estaremos también incluidos.
Así que, debemos entender que nuestra fe debe tener fruto, o sea debemos hacer con nuestra fe lo que Dios manda que hagamos. Debemos estudiar y vivir la Palabra para poder hacer la voluntad de Dios. Este es el propósito por lo cual fuimos salvados, para hacer la voluntad de Dios voluntariamente, convencidos de Su verdad, y por amor a El. Esto dijo el Señor: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Juan 15:1-2. Así que, ¿Tu fe está produciendo el fruto que tanto anhela ver Dios en ti? O ¿no estás produciendo nada, y así, corriendo el riesgo de ser removido por Dios para siempre? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!