Basado en Salmo 88 (Versión Reina Valera 1960)
Oh Jehová, Dios de mi salvación, día y noche clamo delante de ti. Llegue mi oración a tu presencia; inclina tu oído a mi clamor. Porque mi alma está hastiada de males, y mi vida cercana al Seol. Soy contado entre los que descienden al sepulcro; soy como hombre sin fuerza, abandonado entre los muertos, como los pasados a espada que yacen en el sepulcro, de quienes no te acuerdas ya, y que fueron arrebatados de tu mano. Me has puesto en el hoyo profundo, en tinieblas, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira, y me has afligido con todas tus ondas. Selah. Has alejado de mí mis conocidos; me has puesto por abominación a ellos; encerrado estoy, y no puedo salir. Mis ojos enfermaron a causa de mi aflicción; te he llamado, oh Jehová, cada día; he extendido a ti mis manos. ¿Manifestarás tus maravillas a los muertos? ¿Se levantarán los muertos para alabarte? Selah. ¿Será contada en el sepulcro tu misericordia, o tu verdad en el Abadón? ¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas, y tu justicia en la tierra del olvido? Mas yo a ti he clamado, oh Jehová, y de mañana mi oración se presentará delante de ti. ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro? Yo estoy afligido y menesteroso; desde la juventud he llevado tus terrores, he estado medroso. Sobre mí han pasado tus iras, y me oprimen tus terrores. Me han rodeado como aguas continuamente; a una me han cercado. Has alejado de mí al amigo y al compañero, y a mis conocidos has puesto en tinieblas.
Diferente a la gran mayoría de los Salmos, este no fue escrito por David sino por Hemán ezraíta. ¿Quién era este hombre? Se cree que Hemán era descendiente de Levi, uno de los nietos del profeta Samuel. El rey David lo hizo uno de los tres músicos principales para dirigir la adoración musical en el templo, dirigiendo el coro del templo y experto en muchos instrumentos. El era reconocido como un profeta, el cual David consultaba. El también era conocido por su sabiduría, y cuenta la historia que su sabiduría era comparable a la de Salomon. Este hombre no era cualquier persona, sino alguien muy especial por su familia, por sus dones y habilidades, y por su servicio a Dios y a su nación.
No obstante, este Salmo que escribió Hemán es uno de los Salmos que más expresa lamentación, soledad y sufrimiento, describiendo un tiempo donde se siente abandonado por Dios, por sus amigos, y conocidos. Y uno podría decir, si este hombre era tan especial ¿Cómo pudo sentirse de esa manera? Las razones por lo cual escribió el Salmo no son conocidas del todo, por lo tanto, solo podemos guiarnos por el Espíritu y discernir. Por lo que leemos, Hemán habla de los terrores y las iras de Dios, así que, podemos asumir que algo paso en su vida donde él siente que el dolor que experimentó es consecuencia de algún o algunos males que hizo ante Dios, porque todos sus males los atribuye a Dios. Y si era hombre sabio, no estaba culpando a Dios de balde, sino que pudieran haber surgido algunas razones.
Ahora bien, ¿podemos decir que las personas que pasan males o tienen sufrimientos son peores o más malos que los otros? La Biblia responde de esta manera: Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos… Eclesiastés 9:2-3a. Entonces podemos concluir que al que le sale todo bien, por decir, no es mejor o tiene más favor de Dios que la persona que vive grandes sufrimientos, y esto difiere con algunas malas enseñanzas que hay hoy. Las supuestas bendiciones no necesariamente son producto de buena conducta o favor delante de Dios, ni tampoco la enfermedad o el sufrimiento personal son necesariamente consecuencias del pecado directo de una persona. Si lo ponemos a la escala de Dios (la única escala que importa), todos somos pecadores, hasta los que hemos llegado a Cristo y recibimos Su perdón, porque mientras estemos en este estado carnal, seguiremos pecando hasta el día que muramos. Unos más y otros menos, pero todos seguimos pecando, por lo tanto, delante de Dios, no hay nadie mejor. Y porque a una persona le va mejor que a otra, tampoco no es necesariamente un asunto de falta de fe, como muchos creen erróneamente hoy. Esto leemos: ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros. Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. Hebreos 11:32-40. Entonces, nos debe quedar muy claro el asunto de que nuestras condiciones al presente, buenas o malas, no son necesariamente señal ni de bendición ni de castigo.
Algunos pueden alegar, ¿Qué saco yo entonces con creer y seguir a Dios fielmente si me puede ir mal? ¿De qué sirve si a lo mejor me puede ir hasta peor que a los demás? Nuestros sufrimientos siempre son a raíz del pecado, sea por nuestros hechos directos, o por el pecado ambiental (por decir), porque vivimos en un mundo corrompido. Y es posible que Dios cambie nuestras circunstancias para mejor, sea por nuestro arrepentimiento o por Su bondad, como también, puede que todo siga igual, o hasta peor a pesar de nuestra fidelidad a Dios (y tenemos a los Apóstoles como ejemplo). Y con esto no digo que no se pida por ayuda. ¡Ora por la ayuda de Dios con fe, sea cual sea tu situación, como lo hizo Hemán! Pero, lo que más le importa a Dios es lo que decidimos hacer dentro de nuestras circunstancias aquí y ahora, si buscamos seguir arrepintiéndonos, si buscamos Su voluntad, a pesar de las circunstancias. Aquí es donde la buena obra o el hacer la voluntad de Dios tiene todo el sentido del mundo. Escrito esta: Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres… 2 Corintios 5:9-11a. Por eso que importa lo que hacemos aquí y ahora, especialmente dentro de las dificultades, y a raíz de nuestra fe. Todos daremos cuenta ante Dios. Y también dice: …porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá. Lucas 12:48a. A Dios le importa lo que hacemos, especialmente después de venir a Cristo. Todos fuimos creados, hechos, y salvos por Cristo para servirle, sea cual sea nuestra condición, y especialmente si Dios nos ha dado más que a otros. Con toda bendición hay responsabilidad, y hay gran recompensa cuando somos fieles en el dolor. Así que, ¿Buscás a Dios para hacer Su voluntad? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!