Basado en Hechos 28:11-31 (Versión Reina Valera 1960)
Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a Cástor y Pólux. Y llegados a Siracusa, estuvimos allí tres días. De allí, costeando alrededor, llegamos a Regio; y otro día después, soplando el viento sur, llegamos al segundo día a Puteoli, donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que nos quedásemos con ellos siete días; y luego fuimos a Roma, de donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase. Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar, por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César; no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena. Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado o hablado algún mal de ti. Pero querríamos oír de ti lo que piensas; porque de esta secta nos es notorio que en todas partes se habla contra ella. Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían. Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane. Sabed, pues, que a los gentiles es enviada esta salvación de Dios; y ellos oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.
¿Es difícil poder entender las cosas de Dios? ¿Se necesita realmente una gran educación para poder lograr entender la voluntad de Dios? Los principales de los judíos a quienes le habló Pablo no tenían ningún problema de aprendizaje o de falta de educación. Sino todo lo contrario, eran personas muy inteligentes, instruidas con todo el conocimiento de su lenguaje, con pleno entendimiento de la ley y de todo conocimiento humano. Ellos podían hasta recitar la ley de Moisés de memoria. Así que, eran personas excesivamente muy capaces. Entonces, para ellos, no era un problema de falta de entendimiento o de educación. Era otra cosa su asunto, al igual como lo es para la gran mayoría de las personas que tienen problemas con las cosas de Dios. Así que, la respuesta es: no, las cosas de Dios no son difíciles de entender sino lo contrario, muy sencillas, y no se necesita ni gran intelecto, ni gran educación. En realidad, las cosas de Dios son muy sencillas, tanto que aún un niño las puede entender. Esto dice la Palabra: Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía. Marcos 10:14-16.
Entonces, ¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que determina si una persona puede o no entender las cosas de Dios? ¿Será acaso el enemigo, el diablo? A través de la Biblia, podemos ver claramente que el enemigo puede afectarnos de algunas maneras como a través de la tentación, al tratar de provocarnos pecar, al tratar de engañarnos, de confundir, y de inspirar miedo y duda. Pero entendemos que estas cosas son cosas exteriores, cosas que no están dentro de nosotros mismos. Así que, él puede tratar de influenciar, pero, en fin, nunca puede obligar a alguien, o a forzar a alguien a hacer algo, aún menos, de quitarnos el poder de la decisión o el libre albedrio. En fin, él no puede tener potestad sobre nosotros, aún cuando una persona está vacía, sin Cristo. Uno pudiera decir: ¿Qué pasa con la persona que esta endemoniada? La única manera que un demonio puede tomar posesión de una persona es a través de algún tipo de lidiar con el ocultismo. Y claro, a la hora que una persona es expuesta a ese mundo por su voluntad, sea por experimentar, o por curiosidad, o por sus padres (como sucedió con el muchacho que sufría desde niño), sí pierde sus facultades de voluntad propia, porque en algún momento fue expuesto o se expuso a ese gran mal. Por eso que hay que tener mucho cuidado y tomar distancia de las cosas que bajan nuestras defensas físicas, y aún peores, espirituales (hablándole hasta al inconverso), porque cuando una persona se mete con cosas que los hace vulnerables como las drogas y el alcohol, como ejemplos, está entrando en el mundo oculto. Todo lo que altera nuestros sentidos hace a una persona vulnerable a lo malo, y la Biblia se refiere a esto como hechicería (no es una opinión, es lo que está escrito).
Así que, ¿Qué es entonces lo que hace al hombre no poder entender, o más bien, escoger rechazar las cosas de Dios? El mal está dentro de sí mismo, su propio pecado, la concupiscencia que contiene su carne y su corazón. Esto dice la Palabra: Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:13-15. El verdadero problema, el peor enemigo del hombre es su propia persona. Esto es lo que le estorba, y hace lo sencillo difícil, y lo fácil de comprender incomprensible. Esto también dice la Palabra: Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre. Marcos 7:20-23. Entonces, el asunto no se trata de no poder entender lo de Dios, sino más bien, de no querer aceptar lo de Dios, y sencillamente no hay tal aceptación porque hay algo o algunas cosas que una persona no quiere ni traerlas a la luz, ni quiere dejarlas, pero toma la decisión de rechazar, consciente y voluntariamente al Señor y Su Verdad. Finalmente, la persona que desea ser salva sencillamente va a creer, va a obedecer, y a seguir a Cristo cuando recibe como verdad el Evangelio. El que no cree ni obedece a Dios, simplemente no lo desea hacer. Así que, ¿Deseás realmente alcanzar la salvación de Dios para vida eterna, o estás en otras cosas donde solamente encontrarás la perdición eterna? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!