Basado en Juan 4:46-54 (Versión Reina Valera 1960)
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir. Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creeréis. El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.
Este es un pasaje que luce muy sencillo, pero hay una increíble profundidad en él, y con cosas que son necesarias de entender por el bienestar nuestro. El primer asunto que podemos observar es aquel que tiene que ver con la expectativa de este hombre, y también, con la expectativa de las personas en general en relación con Dios, y con el pensamiento de que Dios “debe”, por decir, hacer algo por uno. Entiendo que este oficial del rey le rogo al Señor que descendiese y que sanase a su hijo, o sea, que no se lo demando, pero, no obstante, la pregunta es: ¿Qué obligación tenía el Señor en hacer algo por él? Volvamos esto en una pregunta general: ¿Dios nos debe algo a nosotros? ¿Quién es Dios, nosotros o El? Y si es Dios, ¿El tiene que hacer algo por nosotros, solo porque se lo pedimos? ¿De dónde sale este concepto de tratar al Dios del universo como siervo? Vé al presidente de tu nación, o al dueño de una gran compañía, que ni siquiera sabe quién eres, y pídele algo de repente, ¿te lo dará? Creo que no. En lo más mínimo, no sentiría ningún tipo de obligación. Entonces, el Dios que creo los cielos y la tierra, el que gobierna todo lo visible e invisible, ¿tiene algún tipo de obligación con nosotros que somos menos que nada en comparación a toda la existencia? Bajo ningún punto. Entonces, ni este hombre tuvo ningún derecho de pedir algo, aunque sea de la manera que lo pidió, ni tampoco nosotros. El punto no es que podamos pedir o no algo a Dios, sino de darnos cuenta del hecho de que Dios es Dios, y que El no nos debe nada.
El segundo punto es: que el Señor Jesucristo sabia de la gran incredulidad y dureza de corazón del hombre, y esa fue la razón por lo cual hizo señales y prodigios, cosas que sobresalieran de lo cotidiano (lo cual es un punto que se verá después). A pesar de Su forma humana que tomo para cumplir el propósito de la salvación, El era (y es) Dios. Y como Dios, no le debiera haber sido necesario hacer señales y prodigios, porque el hombre debiera haber sido capaz de sentir quien era El, si no fuere tan duro de corazón. Por ejemplo, los mismos demonios sentían cuando El se acercaba. Muchas veces, al sencillamente verlo aparecer, ellos mismos proclamaban quién era. Esto dice la Palabra: …También los demonios creen, y tiemblan. Santiago 2:19b. Una persona puede que diga: Los demonios creían y lo percibían porque son seres espirituales. Pero la respuesta a eso también es: El hombre también tiene un lado invisible, espiritual, el cual también tiene la capacidad de percibir a Dios, a pesar de su pecado. La muerte del alma por el pecado no significa que no pueda sentir nada divino, sino que la muerte en la cual está por el pecado del hombre es la separación de Dios. Eso significa cuando la Biblia dice que el alma de un ser humano está muerta por sus pecados. Así que, todas las almas de los hombres tienen la capacidad de sentir a Dios. Veamos este ejemplo: Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Mateo 21:18-20. ¿Fue Dios injusto con la higuera? No, porque era un ser vivo que le debiera haber dado a Dios lo que El quería. Dios se presentó delante de la higuera y esta debiera haber tenido fruto para el dueño del universo cuando paso por ella. Como ser vivo, aún hasta como árbol, absolutamente todo le debe reconocimiento y obediencia a Dios. Esto también dice la Palabra acerca de las personas que han sido expuestos a Dios y a Su verdad: Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Juan 15:1-2. En este pasaje podemos entender que cada ser humano que ha recibido la Verdad de Dios debe dar fruto para que no sea quitado por Dios Padre. Este es una de las tantas Escrituras que nos demuestran gran responsabilidad cuando oyen a la Palabra.
Otro punto que podemos ver es el asunto de todo lo que dependemos de Dios, y esto habla del asunto de tomar como cotidiano, o por asentadas las cosas. Esto dice la Palabra: Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo: ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? ¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno, cuando puse yo nubes por vestidura suya, y por su faja oscuridad, y establecí sobre él mi decreto, le puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas? ¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar, para que ocupe los fines de la tierra, y para que sean sacudidos de ella los impíos? Job 38:1-13. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten. Colosenses 1:16-17. Todo lo que tomamos por cotidiano o hasta por asentado, hasta el respirar de nuestros pulmones, y el palpitar de nuestros corazones, y todo el mundo y el universo y sus funciones, absolutamente todo depende y existe por la persona de Dios a través de Jesucristo. Y consideren esto también: Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:20. Entonces, debemos entender cuanto Dios hace por nosotros, y cuanto le debemos, y que nadie tiene excusa delante de El. Y como si no fuere suficiente, dió hasta Su Hijo Unigénito para que a través de El pudiéramos tener la oportunidad de obtener vida eterna. Si entendemos esto, ¿Cómo es posible que podamos pensar que nos debe algo más? Y al entender todo esto, debemos llegar a entender cuán duro es el corazón del hombre, pero también, la infinita misericordia de Dios, que en vez de hacernos desaparecer en un instante tal como lo merecemos y mandarnos al infierno, El demuestra Su amor y da oportunidad para el arrepentimiento. El amor y la paciencia del Señor es difícil de entender, y hay que aferrarse de ellos mientras estén disponibles. Así que, ¿Vives de una manera que demuestre aprecio por todo lo que le debes a Dios? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!