Basado en Colosenses 1:19-29 (Versión Reina Valera 1960)
Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro. Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia; de la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.
Muchos creen hoy en día que cuando llegan a la fe en Cristo, que nuestra salvación no depende de nosotros, porque es Dios quien da las facultades para que uno llegue a ser salvo, ni que es nuestra decisión o esfuerzo que hace que permanezcamos en El porque El lo hace todo, y que de nada sirve hacer algo después de ser salvo, porque si nuestras obras no nos salvan, entonces de nada sirven tampoco después, y en esto también entra el asunto de que todo ya está predeterminado por Dios. Muchos se quitan totalmente todo tipo de responsabilidad y atribuyen toda la responsabilidad a Dios. Pero si vemos la plenitud de la Palabra de Dios, y no solo unos pocos versos, buscando justificar así la irresponsabilidad, comprenderíamos que lo antes dicho no está completamente correcto. Muchos usan este solo verso por dirección general: Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Filipenses 2:13. Pero, para poder tomar como verdad o cierta enseñanzas y doctrinas, deben verse a través de la plenitud de la Palabra, y como trabaja todo en conjunto. Piénsenlo de esta manera: Si veo la mano solamente de una persona, ¿significa que conozco a la persona entera? No, es imposible. La misma lógica aplica a la Palabra de Dios.
El primer asunto que debemos ver es el asunto del libre albedrio que Dios le ha dado al hombre, en general. Sí, es posible que haya ciertas excepciones en la historia donde Dios ha elegido, predeterminado, y hasta retuvo a ciertas personas bajo un camino establecido, por decir, pero en su gran mayoría, como lo que nos concierne hoy, todos somos libres para escoger entre el bien y el mal, para decidir permanecer o no en Cristo, y en esto depende en parte nuestra decisión. Podemos comenzar a ver las cosas a través de pasajes sustanciales que nos explican el libre albedrio. Por ejemplo, Dios eligió al pueblo de Israel a través de Abraham, pero esto dice la Palabra: Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas. Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar. Deuteronomio 30:11-20. Pero, si el pueblo de Israel fue elegido, ¿Cómo es que Dios le dió potestad para elegir seguirle o no? Y sabemos que Israel no solo falló, sino que hasta invalidó el pacto de Dios, como está escrito: Y me dijo Jehová: Conspiración se ha hallado entre los varones de Judá, y entre los moradores de Jerusalén. Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar mis palabras, y se fueron tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa de Judá invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres. Jeremías 11:9-10.
Y ¿cómo aplica esto a nosotros hoy? Escrito esta: Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto. Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Corintios 10:1-12. Todo lo que leemos implica libre albedrio, obediencia a la verdad de Dios, y leemos esto como tal: Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:1-2. Si una persona no se convierte, es porque decide no hacerlo. Si una persona decide seguir o no a Dios, es por su elección. Si una persona permanece o no, es por su elección. Así que, no le echemos la culpa a Dios de que El no ha llamado a alguien a salvación, o que todavía no es “supuestamente” el tiempo del Señor (porque El llama siempre), o que, una persona no permanece en El por qué Dios lo dispuso así. Este consejo es para los sabios: ¡Esfuérzate por el Señor! ¡Decide amarle como se lo merece! Dios lo ha hecho todo, pero el decidir amarle depende de ti. Así que, ¿Decidirás esforzarte por Cristo para salvación? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!