Basado en 1 Samuel 30:1-25 (Versión Reina Valera 1960)
Cuando David y sus hombres vinieron a Siclag al tercer día, los de Amalec habían invadido el Neguev y a Siclag, y habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. Y se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; pero a nadie habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino. Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail la que fue mujer de Nabal el de Carmel, también eran cautivas. Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios. Y dijo David al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: Yo te ruego que me acerques el efod. Y Abiatar acercó el efod a David. Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos. Partió, pues, David, él y los seiscientos hombres que con él estaban, y llegaron hasta el torrente de Besor, donde se quedaron algunos. Y David siguió adelante con cuatrocientos hombres; porque se quedaron atrás doscientos, que cansados no pudieron pasar el torrente de Besor. Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua. Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni bebido agua en tres días y tres noches. Y le dijo David: ¿De quién eres tú, y de dónde eres? Y respondió el joven egipcio: Yo soy siervo de un amalecita, y me dejó mi amo hoy hace tres días, porque estaba yo enfermo; pues hicimos una incursión a la parte del Neguev que es de los cereteos, y de Judá, y al Neguev de Caleb; y pusimos fuego a Siclag. Y le dijo David: ¿Me llevarás tú a esa tropa? Y él dijo: Júrame por Dios que no me matarás, ni me entregarás en mano de mi amo, y yo te llevaré a esa gente. Lo llevó, pues; y he aquí que estaban desparramados sobre toda aquella tierra, comiendo y bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá. Y los hirió David desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente; y no escapó de ellos ninguno, sino cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y huyeron. Y libró David todo lo que los amalecitas habían tomado, y asimismo libertó David a sus dos mujeres. Y no les faltó cosa alguna, chica ni grande, así de hijos como de hijas, del robo, y de todas las cosas que les habían tomado; todo lo recuperó David. Tomó también David todas las ovejas y el ganado mayor; y trayéndolo todo delante, decían: Este es el botín de David. Y vino David a los doscientos hombres que habían quedado cansados y no habían podido seguir a David, a los cuales habían hecho quedar en el torrente de Besor; y ellos salieron a recibir a David y al pueblo que con él estaba. Y cuando David llegó a la gente, les saludó con paz. Entonces todos los malos y perversos de entre los que habían ido con David, respondieron y dijeron: Porque no fueron con nosotros, no les daremos del botín que hemos quitado, sino a cada uno su mujer y sus hijos; que los tomen y se vayan. Y David dijo: No hagáis eso, hermanos míos, de lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros. ¿Y quién os escuchará en este caso? Porque conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual. Desde aquel día en adelante fue esto por ley y ordenanza en Israel, hasta hoy.
¿Por qué pasan cosas desagradables en esta vida? La respuesta que Dios nos dá a través de la Palabra es: por el pecado, y por eso es que El aborrece el pecado. Dios hizo todas las cosas muy buenas al comienzo, cuando lo creo todo. Pero, cuando entró el pecado, entró el desorden, la maldad, la destrucción, y finalmente, la muerte. El pecado infectó todo lo creado, y por eso que tenemos lo que tenemos hoy. Pero dentro de todo eso, y la razón por lo cual Dios admitió que existiera el pecado, es para que todo ser viviente tuviera libre albedrio, porque el poder tener opciones es lo que hace que el libre albedrio tenga entonces su real valor y su función.
Ahora bien, ¿la razón por lo cual nos pasan cosas desagradables individualmente es por nuestro pecado? La gran mayoría de las veces, temo decir que nos pasan cosas difíciles, como consecuencia de nuestros propios hechos, y si somos sinceros, nos debiéramos dar cuenta de ese hecho. Pero, debes en cuando, Dios también permite que seamos probados, y la prueba es algo que sucede cuando alguien más peca (porque siempre estará envuelto el pecado en este mundo pecaminoso). En el caso que leímos hoy, no podemos ver que David haya pecado, o que los amalecitas invadieron los lugares donde estaba David porque Dios tenía un problema con David (aunque leemos que sí había hombres malos y perversos con David). No obstante, este problema no surgió por culpa de David, sino porque Dios quería probar a David y llevar a cabo algo más en su vida.
Podemos ver varias cosas aquí, y entre ellas es el dolor y la angustia que produjeron los amalecitas, y vemos que lo hicieron solo por maldad (este asunto de invadir a un pueblo sorpresiva y cobardemente, tomando prisionero a personas indefensas, no es nada nuevo). Pero vemos las sabias y fieles acciones de este David quien amaba a Dios, a pesar de sus imperfecciones. ¿David entro en pánico? ¿Se acobardo? ¿Se dejo llevar por el miedo (porque el pueblo le quería apedrear por algo que él no había hecho mal)? No. Sí, se angustio, como es muy entendible, pero no dejó que fuere más allá. ¿Qué hizo? …más David se fortaleció en Jehová su Dios, y también nos dice la Palabra: Y David consultó a Jehová… ¿Y qué fue lo que paso? Dios le respondió y le dijo lo que había de hacer. ¿Por qué? Porque Dios vió su fidelidad, su fe, y sobre todo, su amor por El. Pudo más en David su amor por Dios que su propia angustia, su dolor, y sus preocupaciones. ¿Por qué Dios permitió tales cosas? Porque Dios quería probar a David, para ver que hacía, y si su amor por El era real (porque es muy distinto saber algo que verlo realizado), y para ver si estaría listo para cosas más grandes, especialmente para la eternidad y todo lo que viene con eso. El Señor hace lo mismo con los que hemos decidido seguirle (porque Dios no prueba ni al mundo, ni al incrédulo). La Palabra nos dice esto: Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres… 2 Corintios 5:9-11a. Somos probados para ver si somos dignos de entrar en Su reino a través del Señor Jesucristo (porque la verdadera fe siempre debe tener su producto: su obra). Y la única manera que estaremos listos para actuar como debemos, especialmente en momentos de prueba, es a través de la Palabra, como está escrito: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. 2 Timoteo 3:16-17. Así que, ¿Te estás preparando para cualquier prueba que Dios pueda permitir? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!