Basado en Hebreos 10:1-27 (Versión Reina Valera 1960)

Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí. Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios.

¿Hay contradicciones en la Palabra de Dios? ¿Hay cosas dentro de ella que se apoyan en un lugar y en otro no? Puedo decirles muy confiadamente en el Señor que no hay tales contradicciones, y lo puedo decir tanto por estudiarla ya por muchos años, pero principalmente, en conjunto con la revelación del Espíritu Santo, porque sin el Espíritu Santo, no se puede entender la Palabra ni Su revelación. Pero debe estar también a la misma vez en conjunto el intelecto con el esfuerzo porque todo debe unirse, lo cual es parte del punto de este corto mensaje.

Para comenzar, unos de los errores más grandes que se cometen es cuando se forman enseñanzas y doctrinas basadas en ciertos pasajes de la Palabra, en vez de comprobar tales cosas, viéndolo en conjunto con lo demás, o tratando de ver el panorama completo. Por ejemplo, sí, hay detalles muy importantes que son el eje de ciertas enseñanzas, pero una enseñanza debe armonizar con todo el consejo de Dios, y no solo con ciertas cosas, para que una enseñanza sea válida. El más claro ejemplo que les puedo dar es el poder conocer a un ser humano. ¿Podemos conocer a una persona solo al enfocarnos en una mano, o en su pelo, o en sus ojos? Es imposible. Para poder saber cómo es una persona, es necesario verle de cierta distancia para ver todo el conjunto, por decir. Y también, para poder conocer su apariencia aún mejor, no solo se puede ver el frente, sino también todos sus ángulos, o sea, verlo por detrás, por los lados, etc. Y así todo, ¿podemos decir que conocemos a alguien, aunque veamos toda su apariencia física? Obviamente, no. Porque un ser humano es más que su cuerpo, sino que también tiene mente, corazón, y alma. Y para poder conocer a alguien y esos aspectos, es imposible conocerle en un momento, porque lo interior de una persona se conoce con el tiempo, y en distintas condiciones o eventos. ¿Una esposa puede decir que conoce a su esposo al 100%, y viceversa? No, aunque hayan vivido toda una vida juntos. Cada persona es un mundo, y cada uno es lo que es dependiendo de las circunstancias. El verdadero amor no se ve sino al final, cuando ya no hay más belleza, cuando ya no hay más atenciones, cuando ya no se puede dar nada más, sino todo lo contrario, cuando se pone difícil la vida. Ahí es cuando se conoce quién realmente es quién. El que está contigo, a diario, en los momentos difíciles, es el que te ama.  

De una manera similar es que se puede comprobar las verdades de la Palabra de Dios, viéndolo con un vínculo espiritual, y tratando de siempre verla no de un solo ángulo o a través de ciertos pasajes nada más, ni aún menos, tratar de buscar que apoyen cosas a nuestra conveniencia humana. Para que pueda ser tomada como verdad una enseñanza o doctrina, debe ser aplicativo aquí o en cualquier otro lugar, como también, aplicativo al pasado, en el presente, y en el futuro. La verdad de Dios siempre es, porque la Palabra de Dios es Dios, y Dios es: el YO SOY. Para que algo pueda ser tomado como sana doctrina, debe alternar de la misma manera como Dios alterna con la realidad. Y si una persona siente que hay alguna contradicción en la Palabra, la explicación más sencilla es que algo falta por verse, o algo no se está entendiendo como corresponde.

Ahora bien, el Señor no vino a abrogar o a destruir la ley. El mismo dijo: No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Mateo 5:17. Entonces, si vino a cumplirla, ¿quiere decir que la ley queda obsoleta? No. Imposible. ¿Por qué? Porque la ley es la Palabra de Dios. El Señor cumplió lo temporal de la ley para hacerlo perpetuo, como los sacrificios, al morir en la cruz, pero eso no quiere decir que hay que ignorar el resto de la ley, porque entonces tendríamos que olvidar lo que Dios mismo mandó a través de la ley, como el Señor mismo lo reitero: Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. Mateo 22:37-40. La ley es la instrucción de Dios, las advertencias de Dios (porque toda Su Palabra es condicional), lo que nos enseña Su voluntad, y si no cumplimos Su voluntad literalmente, no importa cuanta fe una persona diga que tiene, si no hace la voluntad de Dios, no tendrá entrada en Su reino. Escrito esta: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 5:21. La voluntad de Dios comienza con la fe, sigue con la obra como fruto de la fe, y ambas deben estar fundadas sobre el amor hacia Dios, lo cual se debe vivir hasta el último aliento. Dios fue fiel hasta la muerte, y muerte de cruz. Para ser salvo, es necesario también serle fiel hasta la muerte, lo cual es el conjunto de la fe, la ley, y la obra. Así que, ¿Amas al Señor por sobre todas las cosas a través de la fe y el cumplimiento de la ley en tu vida? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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