Basado en 2 Reyes 10:1-11 (Versión Reina Valera 1960)

Tenía Acab en Samaria setenta hijos; y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria a los principales de Jezreel, a los ancianos y a los ayos de Acab, diciendo: Inmediatamente que lleguen estas cartas a vosotros los que tenéis a los hijos de vuestro señor, y los que tienen carros y gente de a caballo, la ciudad fortificada, y las armas, escoged al mejor y al más recto de los hijos de vuestro señor, y ponedlo en el trono de su padre, y pelead por la casa de vuestro señor. Pero ellos tuvieron gran temor, y dijeron: He aquí, dos reyes no pudieron resistirle; ¿cómo le resistiremos nosotros? Y el mayordomo, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos enviaron a decir a Jehú: Siervos tuyos somos, y haremos todo lo que nos mandes; no elegiremos por rey a ninguno, haz lo que bien te parezca. Él entonces les escribió la segunda vez, diciendo: Si sois míos, y queréis obedecerme, tomad las cabezas de los hijos varones de vuestro señor, y venid a mí mañana a esta hora, a Jezreel. Y los hijos del rey, setenta varones, estaban con los principales de la ciudad, que los criaban. Cuando las cartas llegaron a ellos, tomaron a los hijos del rey, y degollaron a los setenta varones, y pusieron sus cabezas en canastas, y se las enviaron a Jezreel. Y vino un mensajero que le dio las nuevas, diciendo: Han traído las cabezas de los hijos del rey. Y él le dijo: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta la mañana. Venida la mañana, salió él, y estando en pie dijo a todo el pueblo: Vosotros sois justos; he aquí yo he conspirado contra mi señor, y le he dado muerte; pero ¿quién ha dado muerte a todos estos? Sabed ahora que de la palabra que Jehová habló sobre la casa de Acab, nada caerá en tierra; y que Jehová ha hecho lo que dijo por su siervo Elías. Mató entonces Jehú a todos los que habían quedado de la casa de Acab en Jezreel, a todos sus príncipes, a todos sus familiares, y a sus sacerdotes, hasta que no quedó ninguno.

Uno puede que diga: ¡Que horror lo que hizo Jehú, de hasta degollar a los hijos del rey Acab! No obstante, era la voluntad de Dios. ¿Cómo puede ser la voluntad de Dios algo así? Y como muchas cosas que hace y manda el Señor, puede que nos suenen duras, crueles, o hasta injustas, pero El siempre esta correcto porque tiene razones irrefutables. Para comenzar, el hombre no tiene ni el derecho, ni tampoco la más mínima facultad para creerse más justo o bueno que Dios. Es imposible. Dios es perfecto y recto en todos Sus caminos, y nosotros somos lo opuesto, totalmente imperfectos, pecaminosos, y malos, por muy bueno que nos creamos. Por eso el que se crea ser bueno, y de tal modo que se siente con el derecho de juzgar a Dios, no tiene ni siquiera ni una idea del mundo en que vive, ni aún menos, ninguna percepción de su propio mal. Esta totalmente ciego, y si permite que su ceguera siga guiando su vida, lo llevará a la perdición eterna. Y allí sabrá perfectamente, sin falta de ningún detalle, como llego allí, y que esto fue toda su responsabilidad, como también sabrá la perfección de Dios, pero será muy tarde en aquel entonces, lo cual hará su condena aún más intolerable, y por toda la eternidad. Es un precio muy alto que se paga por atentar condenar a Dios, y totalmente evitable, si solo usamos un poco de raciocinio, porque hay muchas cosas que se pueden entender si solo se tiene un poco de sinceridad e inteligencia.

Para comenzar, siempre debemos ver el punto de vista de Dios, porque es el único que realmente importa, porque de El depende toda la existencia, y aún más importante para nosotros personalmente, nuestro destino eterno. El es el que decide no solo lo que vivimos en el presente, sino aún más importante, lo que pasará con nosotros en la eternidad. Como lo dijo el propio Señor: Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Mateo 10:28. Viendo el punto de vista de Dios, entenderíamos que nosotros fuimos los que primero lo ofendimos. El hombre fue el que peco en contra de Dios y nunca Dios en contra del hombre. ¿Cuál fue el mal que Dios le hizo al hombre? ¿Crear al hombre? ¿Darle la vida? ¿Darle toda la tierra para que se enseñoreara de ella? ¿Darle una existencia sin corrupción y muerte? ¿Ese fue el mal que Dios le hizo a la humanidad? Puede que digan: Yo no estuve en aquel momento, por lo tanto, no soy responsable. Y puede que sea así, pero ¿Qué has hecho desde que naciste? ¿Buscaste de Dios y de hacer Su voluntad? ¿Has vivido agradeciéndole el diario existir, todo lo que tienes, todo lo que El te da y hace por ti cada día, y a cada momento? ¿Le has puesto a El por sobre todas las cosas y amado más que a cualquier otra persona? Si eres sincero, admitirás que nada de esto lo has hecho. Pero no estás solo, si todos somos honestos, todos hemos sido muy ingratos. Y si no bastara con eso, todos hemos ofendido a Dios con nuestros pecados, devolviendo con mal el bien que El nos hace. Eso es lo que pasa cada vez que pecamos, sea poco o mucho. Todos hemos sido, y todavía somos, muy ingratos y ofendemos a Dios todo el tiempo. Así que, es imposible justificarnos de alguna manera, y ni aún menos, atrevernos a juzgar a Aquel que es perfecto, recto, y bueno para con nosotros, como dice la Palabra: Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Mateo 5:45.  

Ahora bien, ¿Qué fue lo que hizo el rey Acab? Pudiéramos decir mejor, ¿que no hizo de mal el rey Acab? Su maldad fue muy grande, y su rebelión en contra de Dios aún peor, que hasta él y su mujer Jezabel adoraron a falsos dioses y a los ídolos, y trataron de exterminar a todo quien seguía al Señor, hasta al profeta Elías, y así corrompiendo a la nación completa. Y él nunca se arrepintió de sus males, y murió él en su pecado, y tal como cumplió Jehú el castigo de Dios, la consecuencia de su pecado cayó sobre toda su familia y hasta sobre todo quien estaba relacionado con Acab.

Puede que algunos digan: Yo no soy como Acab. Hoy tenemos la dispensación de la gracia de Dios a través de Jesucristo, lo cual nos da más amplia entrada a Su reino que antes, pero a la misma vez, trae consigo aún más responsabilidad, como está escrito: Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Hebreos 10:26-31. Y también dice: Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Filipenses 2:12. Así que, no nos dediquemos a pecar porque tenemos hoy Su gracia, porque el que no cuida su salvación con temor y temblor se expondrá a un juicio aún más grande tanto aquí, y aún peor, en la eternidad sino se arrepiente antes que sea muy tarde. Así que, ¿Vives para hacer la voluntad de Aquel a quien todo le debes, o sigues estancado en tus pecados, viviendo para hacer tu voluntad? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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