Basado en Juan 8:21-47 (Versión Reina Valera 1960)  

Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir. Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: A donde yo voy, vosotros no podéis venir? Y les dijo: Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis. Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Entonces Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo. Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada. Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros. Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre. Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.

En lo que concierne para llegar a tener una verdadera relación con el Señor, nuestra fe debe ir más allá de un creer nada más, si es que una persona desea realmente obtener el perdón y la salvación de Dios. Es un error pensar que uno debe creer en el Señor y nada más, y que, en base a eso, obtiene la vida eterna. Como pudimos ver en este pasaje, hubo muchos de los judíos que llegaron a creer en El, como dice la Escritura: Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él…, pero ellos tenían serios problemas, porque dicen las Escrituras que hasta procuraban matarle. ¿Cómo puede ser eso de que creían en El, y que querían matarle a la misma vez?

El asunto con solamente creer en el Señor es que eso no significa que le acepten como tal. Ellos llegaron a creer en El porque Sus milagros eran innegables. No podían llegar a negar ciertas realidades, porque eran palpables y obvias. Entonces, era imposible no creer en El. ¿Podían acaso negar estos judíos todos los milagros que había hecho, tales cosas que vieron con sus propios ojos, hasta el levantar a Lázaro delante de todo el pueblo después de haber estado muerto por cuatro días? No. Así que, sí podían llegar muy fácilmente a creer en El. Pero, porque una persona creía en la capacidad que el Señor tenía, no quería decir que le habían aceptado o que la habían recibido, y ahí está el problema. Esto por ejemplo dice la Palabra: Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? Santiago 2:18-20. Entonces, porque los demonios creen en Dios, ¿quiere decir que esa creencia los salva de su sentencia eterna? Imposible. ¿Por qué? Por la misma razón anterior, porque es innegable el poder de Dios, pero el no poder negar la grandeza de Dios no salva a nadie.

Entonces, ¿Cuál debe ser la diferencia? ¿Cómo es que uno va más allá para poder obtener el perdón y la salvación que tanto se necesita? Una persona no solo debe creer en Cristo, sino tener tal fe en El que esa fe lo impulse a una obediencia y sujeción total al Señor, deben recibir al Señor, como está escrito: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Juan 1:12. Y ¿Qué es lo que Dios manda a que haga cada persona, sin excepción? Hay tres cosas fundamentales que deben suceder: 1) un completo arrepentimiento y conversión de todo pecado, sin reservas, sin excepciones, 2) aceptar al Señor Jesucristo como su literal Señor, como la autoridad suprema en su vida, y 3) seguir al Señor como quien es: el Rey de reyes, y Señor de señores. Esto también dice la Palabra: …y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. Juan 13:20b. Y ¿de que consta recibirle? Esto también relata la Palabra: Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Juan 6:53-66. El comer Su carne y beber Su sangre significa hacerse uno con el Señor, y de tal manera que uno deja que entre la Palabra en Su plenitud y que haga lo que tenga hacer, pase lo que pase, cueste lo que cueste, sin reservas e impedimentos. Este es la gran diferencia entre creer en El y en recibirle. Así que, ¿has llegado a no solamente creer en Cristo, sino a ser uno con El? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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